En torno al palacio que concibió el arquitecto italiano Vittorio Meano para alojar el Poder Legislativo, continúa un febril proceso de restauración y que, por primera vez en su historia, está concebido como un plan integral. En estos días se puede ver sobre la fachada de avenida Entre Ríos el andamio que indica que comienza la búsqueda por recuperar los colores y el aspecto original del Congreso nacional. Y allí permanecerá esta estructura metálica para darle la bienvenida al futuro presidente de la Argentina, porque como la obra no estará terminada, ingresará a través de ella para realizar el juramento ante la Asamblea Legislativa.
Como una consecuencia de la historia del país, la construcción del Congreso tuvo sus dificultades. Los trabajos arrancaron en 1897 y concluyeron, formalmente, en 1947 con la colocación del revestimiento de la fachada que mira hacia Combate de los Pozos. Sólo en los primeros diez años de construcción, el presupuesto ya se había duplicado varias veces. Y en el día de su inauguración, el 12 de mayo de 1906, las crónicas de la época dejaron bien claro que las obras estaban lejos de haber concluido.
Casi como cada rincón del edificio, las piedras de la fachada tienen su propia historia. Es piedra caliza original de una cantera no identificada de Córdoba. Aunque parezca inverosímil, muchos de los detalles constructivos del Palacio no fueron documentados en su origen. Es decir que los restauradores, arquitectos y profesionales a cargo de la obra actual, tuvieron que hacer un trabajo de investigación sobre el origen de las piedras, pero también sobre quiénes fueron los artesanos que realizaron los vitrales o en qué talleres se hicieron las luminarias.
Así es que, volviendo a la piedra, se detectó la cantera y aunque está inactiva se consiguieron permisos para retirar lo que sea necesario para realizar los arreglos. El granito que se encuentra en el basamento es de Uruguay, y los restauradores ya encontraron una veta similar de la piedra en Colonia y otra en Tandil.
A lo largo de ocho meses tendrán que limpiar, reparar y reponer los faltantes. Con el hollín, el guano de palomas y murciélagos, las filtraciones, pinturas y plantas, la fachada será una de las obras más delicadas y complejas.
Esto es lo que se ve en el exterior. Sin embargo, puertas adentro del Palacio también hay andamios: uno de ellos pesa 70 toneladas y tiene 60 metros de alto. Fue montado para uno de los trabajos más importantes y espectaculares, la restauración del Salón Azul y su magnifica cúpula. O como detallan los especialistas, del casquete o envolvente interno de la cúpula. Para todos, la cúpula del Congreso es la verde, la que domina todo el eje de Avenida de Mayo, es decir, la que se ve. Pero por dentro hay otra.
«Meano concibió el Palacio con diferentes escalas. La humana, que es la que se representa con el portal de ingreso. Luego la escala del edificio, por eso construye este casquete, para que las personas se encuentren contenidas, en un espacio más controlado. Y luego la escala monumental, la escala urbana que está representada en la cúpula verde que vemos todos», explica el arquitecto Alejandro Piaggio, al frente de esta parte de la restauración y del atrio.
Esta cúpula interior está decorada con 24 esculturas que representan los oficios y las artes; tiene 24 ventanas alargadas (que se ven desde afuera); y 140 rosetones gigantes, 24 distribuidos en cinco niveles diferentes. En el interior de la cúpula se montó una suerte de taller y se trabajó in situ.
Cuenta la arquitecta Catalina Liotti, directora de obra, que «se trata de la primera recuperación integral del edificio. Y para ambas cámaras se siguen los mismos parámetros y criterios». El plan rector arrancó en 2012 y su finalización está prevista para 2035. Un dato: pese al cambio de gestión en 2015, el proyecto no se discontinuó, y los especialistas están confiados en que esta política de revalorización sobre el Palacio continúe. Se realizaron 11 licitaciones públicas para llevar a cabo las obras, seis de las cuales ya concluyeron y cinco están en proceso. En las obras que ya se realizaron, se llevan invertidos unos 60 millones de pesos. Algunos de estos trabajos se realizan con personal del Congreso y otros, con especialistas contratados especialmente para ese tipo de trabajo. Todo debajo del paraguas del PRIE: Plan Rector de Intervenciones Edilicias.
En los años 60 el edificio del Congreso sufrió una fuerte transformación, lo que alteró por completo la funcionalidad que le había dado Meano. Por ejemplo, se construyeron oficinas por todos lados y muchos de los vitrales ubicados en los salones principales fueron tapados, con más oficinas.
Algunos de los vitrales mas bellos están ubicados en el Salón Eva Perón o Salón Rosado, junto al Senado. «Son cinco y se los recuperó. Estaba pensado que bañaran de luz natural el salón, pero quedaron tapados por una losa. Lo que hicimos fue colocarles tecnología led que simula la luz natural», contó Ezequiel Nahas Rosado, quien trabajó en este lugar.
Además tuvieron que combatir una plaga de insectos que oradaba la madera del piso y la boiserie. El mobiliario es el original. «En la época en que Evita estuvo por estos salones se decidió pintarlo de rosa. No es el color original, pero decidimos dejarlo así por el valor simbólico que tiene», contó Nahas Rosado. Y en las paredes, como en todos los sitios que han sido restaurados, dejaron una pequeña ventanita en donde se puede ver la cantidad de capas de pintura que tenían. Se llaman estratigrafias.
Hay también otros trabajos que quizá no se lucen, pero son vitales para devolverle una estética palaciega al Congreso. Por ejemplo: «esconder» la maraña de cables que se fue extendiendo sin control por pasillos y oficinas. A cada paso, los especialistas muestran lo que se hizo y lo que falta. La dimensión y monumentalidad del edificio requieren la pasión que sólo pueden tener las personas que aman el patrimonio y, particularmente, esta joya que es Monumento Histórico Nacional desde 1993.
La cúpula verde
«Quieren conocer la cúpula», preguntó el arquitecto Alejandro Piaggio. ¿Cómo? ¿Se puede subir a la cúpula? Claro que se puede. Y se trata de un fascinante viaje hacia el corazón de esta construcción, que también ha sido restaurada.
Meano la concibió como el casco de un barco: una enorme estructura de hierro a la que se puede subir por una estrecha escalera caracol. Y posee dos balcones, ambos muy finitos e imperceptibles desde la vereda. Uno de ellos se encuentra casi a mano de la base del pararrayos.
Desde ahí arriba todo queda pequeñito y se entiende el concepto monumental del edificio. La Confitería del Molino parece menos espectacular y el Obelisco, casi desaparece en medio de los edificios. ¿Por qué es verde? Porque se encuentra revestida con placas de bronce, un material que se va degradando con el medio ambiente y toma este característico color.