Al cabo de casi 70 días que llevamos de cuarentena en la República Argentina, la situación en la Ciudad de Buenos Aires, se empeoró a nivel comercial y de salud. Si bien el Jefe de Gobierno días atrás, había dado un respiro a los comerciantes que estaban con sus persiana bajas desde el 20 de marzo, permitiendo que vuelvan a abrir y poder así trabajar, ahora volvimos para atrás.
En las zonas comerciales más concurridas como Belgrano, Palermo, Recoleta y Villa Urquiza, se volvieron a ver persianas bajas.
Sobre la avenida Santa Fe y Cabildo, los días se parecen a feriados, que en otro momento era un incesante ir y venir de gente. Si bien hubo medidas selectivas, dentro de esta cuarentena sin fin, no sirvieron de mucho, al contrario, porque el ánimo de los comerciantes que tuvieron que volver a cerrar, lo sienten como una burla, desconcierto, incertidumbre, angustia y por qué no bronca. . En general, todo sigue igual. Comercios abiertos, semiabiertos, semi-cerrados, aquí y allá. No hay mucha diferencia con lo que ya venía ocurriendo.
El Gobierno porteño decretó endurecer la cuarentena en algunas zonas comerciales, con el objetivo de evitar aglomeraciones de personas y en el marco de un aumento sostenido de los casos de coronavirus. Al tramo de Santa Fe, entre Laprida y Uriburu, le tocó retroceder. Sólo está autorizada la apertura de los comercios esenciales. En cambio, tuvieron que volver a cerrar librerías, jugueterías, florerías, perfumerías, joyerías, relojerías, casas de decoración, materiales eléctricos, electrodomésticos, instrumentos musicales y bicicleterías. Los restaurantes, bares, cervecerías y otros locales gastronómicos pueden abrir a partir de las 11 y hasta su cierre, sin límite de horario, pero sólo para hacer delivery o vender «para llevar» o «take away».
Un comerciante de la Avenida Santa Fe, del rubro blanquería comentaba, desde la puerta del local, que estaba vendiendo poco o nada, y sólo se permiten las entregas de productos. Hasta el viernes pasado estuvo trabajando normalmente, pero que ahora tuvo que volver a cerrar y las ventas «on line» es sólo el 10% del total de movimiento.
Un un bazar enorme de la zona, una empleada explica que tuvieron que cerrar sus puertas al público. «Ahora atendemos online y la gente sólo viene a buscar lo que ya compró por internet». Comenta que hasta la semana pasada, dejaban entrar a un máximo de 20 personas al local. «Ya ni siquiera podemos hacer eso». También contó que dos inspectores de la Ciudad le preguntaron cómo estaba trabajando. «Le expliqué la modalidad y sólo nos pidieron sacar un cartel que teníamos en la vidriera que decía 20 personas máximo».
En una sucursal de Havanna sigue con la modalidad take away, que sí está permitida. Una de las empleadas contó que desde la empresa «nos dijeron que vengamos a trabajar». Y reveló que no tuvieron problemas con los inspectores de la Ciudad.
La cantidad de gente caminando por Santa Fe, en esta nueva etapa de la cuarentena, no es muy distinta a la de la semana pasada ni a la anterior. Tampoco se ve un aumento o una disminución en la circulación de vehículos.
“El comerciante hizo muchos esfuerzos por adecuar su negocio a los protocolos, garantizó el distanciamiento social y respetó las medidas sanitarias. No es responsabilidad de los comercios si la circulación de personas en calles y avenidas aumenta. Creemos que es imprescindible que las medidas se tomen al cabo de un trabajo conjunto entre el gobierno y los propios comerciantes”, afirmó el presidente de FECOBA, Fabián Castillo, en desacuerdo con las restricciones en los ejes comerciales.
.Mientras tanto, en laavenida Triunvirato, en Villa Urquiza, el panorama es el mismo que se puede encontrar en cualquier zona comercial barrial hoy en día: algunas persianas bajas pero también algunos locales abiertos dispersos aquí y allá y que generan cierto movimiento. Porque, a diferencia de Santa Fe, aquí sí está permitida la apertura de negocios que venden artículos no esenciales, como mueblerías o casas de electrodomésticos.
Pero los comerciantes de Urquiza temen que les toque cerrar en las próximas semanas de la cuarentena, que se va prolongando cada quince días. «Nosotros ya no podemos cerrar: estamos con el agua al cuello. No podemos volver atrás, es imposible, porque esta situación es insostenible. Tenemos que trabajar para vivir. Si no estamos perdidos», asegura Luis, que tiene una ferretería.